Sin lugar a dudas, Joaquín Pinto es el pintor miniaturista decimonónico del Ecuador por excelencia. Trabaja temas religiosos, costumbristas, históricos, retratos y mitológicos.
DIE IRAE (La ira de Dios) es un cuadro donde se refleja la influencia de los artistas barrocos de los siglos precedentes, con quienes el autor pudo dialogar a través de sus obras. La armoniosa convulsión del universo está representada mediante la composición en dos espacios: celestial y terrenal, aplicando contrastes de luz y sombra que vuelve a la pintura tenebrista, cargada de misterio.
Con seguridad, la obra a más de los fundamentos medievales, se argumenta con temas clásicos de mitología y profanos de reflexiones morales, argumentados con las lecturas que presenta la Obra literaria “La Divina Comedia” de Dante Alighieri.
La luz es su mayor secreto. Recurso utilizado con gran maestría para representar el plano celestial y traspasar la atmósfera en que flotan los espíritus sacros y trabajar escorzos armoniosos del conjunto de personajes que rellenan la obra.
En esa luz que resplandece; para juzgar al ser humano por lo que ha hecho con su libertad, se presenta majestuosa la gracia de Cristo que desciende severo sentado sobre la cruz, con los brazos levantados que le permiten navegar en el espacio como si fuera el timón de la barca de la salvación, delante de él, dos ángeles: el que anuncia su llegada y abre el libro del consuelo donde está escrito el cumplimiento de la ley de Moisés; un segundo que sostiene la cruz con la banderola de la redención y resurrección de la carne.
Con su poder que será total para juzgar a los impíos y creyentes, se abre la tierra por el llamado de la trompeta y desde sus entrañas surge el mar de las almas. Con temeridad, entre penumbra y oscuridad, como que amanece la eternidad se levantan los espectros en busca de la luz para purificarse y entrar al nuevo cielo.
Hacia la derecha sobre una roca que se levanta heroica, aparecen dos personajes contemplativos. Posiblemente representa a Dante con su brazo extendido como salvador, personificando a la humanidad y al pecado junto a su amada Beatriz que simboliza la fe, que por su intermedio permite alcanzar el paraíso celestial. Cerca de ellos bañando de luz aparece cronos que yace dormido, es el tiempo que se detiene mientras se da el juzgamiento divino.
MUSEO DE ARTE COLONIAL
La Virgen de la Flores es una obra que representa una escena de la virgen María con el Niño Jesús en brazos, rodeado por una orla de flores de gran calidad con carnosidad, textura y variedad de colores.
Miguel de Santiago, maestro que realizara un estudio sobre el arte flamenco, plasma con gran destreza y minuciosidad, esta obra maestra del Siglo XVII.
El autor de la Virgen de las Flores, nace en Quito, entre los años 1620 y 1633 y muere el 5 de enero de 1706 en esta misma ciudad. Sus padres mestizos fueron Lucas Vizuete y Juana Ruíz. Sin embargo, fue adoptado por Hernando de Santiago Regidor de Riobamba, de quien toma su apellido.
En su obra, considerada una de las más extensas y complejas del barroco americano, Miguel de Santiago representa el espíritu doctrinal de la época en la que vivió, pues en ella se ven representados los mandamientos, sacramentos, vicios y virtudes relacionados con el mundo cristiano y su iconografía.
La técnica de trabajo de Santiago, según Juan y Ulloa, lo resume de la siguiente manera:
“el colorido de su obra es sobrio, usa tintes vegetales que él mismo mezcla, predominando los tonos grises, sombríos y el claroscuro”
De este maestro se toma su nombre para fundar, en 1852, la Escuela Democrática Miguel de Santiago. Elogiado por La Condamine, Antonio Ulloa, Eugenio Espejo y el padre Juan de Velasco.
MUSEO ETNOGRÁFICO
En las selvas de Ecuador, en un remoto pasado, los Shuar se convirtieron en feroces guerreros en su lucha por sobrevivir. Según su cosmovisión, realizaban rituales influenciados por plantas enteógenas, con la finalidad de adquirir al espíritu Arutam (espíritu protector o del fantasma ancestral), que sería quien proporcione el poder sobrenatural y protección al shuar, para que se vuelva casi inmortal. Sólo podría ser asesinado por otro shuar que posea un espíritu Arutam más poderoso que su víctima.
Cuando el shuar, poseedor de Arutam, era asesinado, como consecuencia de su muerte aparecía otro espíritu llamado Mésak (alma vengadora), que salía por la boca de la víctima a cobrar venganza con su asesino. Para evitarlo, el shuar realizaba un ritual en el que degollaba a su enemigo, cosía su boca, y reducía de tamaño su cabeza, para aprisionar a este espíritu y evitar su muerte o la de un familiar cercano. Así se constituye el ritual de la tsantsa.
CEREMONIA RITUAL DE LA TSANTSA
Para los shuar, la guerra terminaba con la fiesta de la tsantsa o Uunt namper (gran fiesta) que contenía dos fases:
• Numpenk "Su sangre misma" o ceremonia de sangre. Empezaba el día en que el guerrero llegaba con la cabeza de su enemigo y Amiamu "La Realización", cada una de ellas dura varios días y están separadas por un intervalo de aproximadamente un año. La mujer, hijos y yernos preparaban la fiesta, bajo la dirección del Úunt (líder anciano).
• Mientras el vencedor hacía la tsantsa, las mujeres cantaban (ujáj), para conjurar al enemigo y a su familia: Waimianch, ronda cantada al crepúsculo en torno a la tsantsa.
• Consumían cerdo y chicha de yuca y chonta.
• Amíamu o ceremonia final.- se realizaba un año después y duraba dieciséis días. Esta celebración servía para liberar al espíritu Mésak de la cabeza reducida y enviarlo a su lugar de origen con una procesión entre una hilera de escudos golpeados por los hombres simulando el ruido del trueno.
PROCESO DE REDUCCIÓN DE LA CABEZA
La cabeza era separada del cuerpo y se efectuaba un corte, desde la parte trasera del cráneo hasta la coronilla, entonces la piel era despegada. En ese punto el cráneo ya no tenía ninguna utilidad así que era sencillamente desechado. Luego, comenzaba el proceso de sumergir la cabeza en agua próxima a hervir. El secreto era en dejar que el agua no hirviese totalmente, pues el cabello se dañaría y caería. Después de retirar la cabeza del agua, se le seca con ceniza caliente, seguidamente se le cose y agita dentro de ella piedrecillas calientes para terminar el proceso de desecación se le rellena con arena caliente. Este proceso continúa reduciendo la cabeza y la seca. Luego la cabeza es suspendida sobre una hoguera humeante en la que se seca y reduce aún más. Tan pronto la cabeza ha sido colgada y secada es de aproximadamente la mitad del tamaño de una cabeza humana normal.
En los años 70, gracias a las leyes promulgadas por el gobierno, la cacería de cabezas llegó a su fin. Una práctica tradicional de miles de años de antigüedad había desaparecido.
MUSEO DE INSTRUMENTOS MUSICALES
El Tuntui es un instrumento musical que se utiliza desde la época precolombina. Está dentro de la clasificación de los idiófonos, según el método de Sachs y Horn Bostel.
Es un instrumento de percusión elaborado con un tronco grueso de árbol, es cortado toscamente y ahuecado en su interior. El hueco cavado se comunica con la parte exterior por unas comisuras que simulan la boca y las oreja. La madera de este instrumento proviene del árbol Shimuta. Se lo percute con unos mazos de madera muy dura, denominados Apay. Se cuelga de un árbol a un metro de altura y se golpea por la parte superior. Se utiliza en la cultura Shuar en varias ocasiones: para convocar a la guerra, para tomar el Natem (Bebida sagrada Ayawaska), o para reunir a los miembros de la comunidad.
El sonido del Tuntui puede escucharse a kilómetros y de acuerdo con la combinación de golpes y ritmos: fuertes, suaves, largos, cortos y pausas, se crean diferentes mensajes, algo así como un código Morse. En tiempos remotos el más anciano se levantaba en la madrugada a entonar este instrumento. En la actualidad, el tuntui es menos utilizado, debido al advenimiento de la modernidad y la cultura occidental.