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El camino hacía el volcán: el Dr. Atl y el Paricutín

“Yo me ocupo del Paricutín con un profundo interés obedeciendo solamente a la acción de una fuerza tradicional: gran parte de mi vida la he ocupado en escalar volcanes, en estudiarlos, en dibujarlos, y, de repente, la naturaleza puso a la puerta de mi casa un volcán nuevo” —Dr. Atl Cómo nace y crece un volcán (1950)

Gerardo Murillo, “Dr. Atl”

Gerardo Murillo (Guadalajara, 1875 - Ciudad de México, 1964), mejor conocido como el Dr. Atl, fue un pintor, paisajista, escritor, crítico de arte, filósofo y vulcanólogo jalisciense. De personalidad controvertida y provocadora, no solamente destacó en el ámbito artístico, sino también en el mundo intelectual y político mexicano.

Tuvo dos estancias importantes en Europa: la primera, con fines académicos entre 1896 y 1903, y la segunda, entre 1911 y 1914, en un autoexilio durante la Revolución Mexicana. Durante estos periodos, continuó con su formación artística y filosófica, estudió la pintura mural renacentista y las vanguardias modernistas ―el impresionismo, el cubismo y el futurismo―. Asimismo, las corrientes políticas de la época como el comunismo, el anarquismo, el socialismo, el fascismo, la lucha obrera y el sindicalismo radical, fueron posturas e ideologías que lo determinaron el resto de su vida.

Casasola. "Gerardo Murillo, pintor, retrato", ca. 1920. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

En el terreno artístico mexicano, el Dr. Atl es considerado como uno de los precursores del muralismo, además de un importante promotor de las artes populares. Después de varios vaivenes en lo que fue una complicada carrera política, por fin en la calma, pudo dedicarse al paisajismo y a su irresistible amor a las montañas, como él mismo lo confesaría.

"Gerardo Murillo pinta paisaje", ca. 1960 Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Paricutín, 20 febrero del año de 1943

Casasola. "Volcán Paricutín en erupción, ca. 1945. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

“En el terreno denominado «Cuiyutziro», pequeña propiedad del señor Dionicio Pulido, nació a las 17:30 horas del sábado 20 febrero del año de 1943, encontrándose en esa hora el Sr. Pulido en el terreno, preparándose para iniciar la siembra de maíz y dice que, comenzó a ver ligeros humillos como a manera de serpiente con un ligero calentamiento de la tierra que salía entre la tierra arada, oyendo al mismo instante un estruendo también ligero, como cuando destapa uno, una enorme botella de sidra y que inmediatamente salió una inmensa columna de humo que también fue visible en este municipio y minutos después en la ciudad de Uruapan y en general en todo alrededores…”

Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Así quedó asentado, en un acta redactada por el presidente municipal de Parangaricutiro, Michoacán, el 8 de marzo de 1943, el repentino nacimiento del volcán Paricutín, que tomó su nombre del poblado que lo vio surgir ―una de las dos comunidades que desapareció debido a ello―.

Navarro. "Volcán Paricutín, vista desde Parangaricutiro", ca. 1943. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Su crecimiento fue dramático y acelerado: en 24 horas llegó a los 30 metros de altura y, al final de la semana, alcanzaba 120 metros. Este hecho tan singular e importante, atrajo a medios de comunicación, turistas y toda clase de curiosos, pero también a la comunidad científica nacional e internacional. Por primera vez en la historia moderna, sería posible presenciar y documentar el nacimiento y desarrollo de un volcán.

R. García. "Pobladores junto a sus chozas durante la erupción del volcán El Paricutín", 1943. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

El Paricutín, nacido en la zona de la meseta tarasca o purépecha, al pie del Cinturón Volcánico Transmexicano, estuvo activo por 9 años. Durante dicho periodo, el paisaje se transformó abruptamente y desplazó a numerosas comunidades. Su crecimiento alcanzó los 385 metros de altura y su erupción cubrió un área de aproximadamente 300 kilómetros cuadrados.

R. García. "Vulcanólogos registran la erupción del Paricutín", 1943. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

R. García."El Paricutín, erupción", 1943. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Dr. Atl y los volcanes

Entre los estudiosos se encontraba el Dr. Atl, quien realizó diversos estudios mediante un cuerpo de obra que registraba el nacimiento y evolución del Paricutín para posteriormente, crear un diario ilustrado titulado Cómo nace y crece un volcán. El paricutín, el cual surgió después de ocho años de anotaciones, fotografías, pinturas y dibujos, producto de la observación directa del fenómeno y que en 1950 se convertiría en un libro.

El interés del Dr. Atl por los volcanes no fue repentino: entre 1907 y 1910 vivió cerca de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl ―como él mismo lo relata en su libro Las sinfonías del Popocatépetl―. También es importante mencionar que en su segunda estancia en Europa, estudió el volcán Estrómboli, ubicado en una isla en Italia.

R. García. "Dr. Atl. en las cercanías de El Paricutín observa la zona de desastre", 1943. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Sus obras son testimonios de sus travesías y reflejan la pasión vital por la naturaleza que, de hecho, lo llevaron a perder la pierna derecha en 1950 debido a complicaciones de circulación causadas por los años vividos en las condiciones extremas a las que se sometió en su casi obsesiva misión de documentación y estudio: temperaturas extremas, aires tóxicos y explosiones intempestivas que lo obligaban siempre a estar listo para huir, sin importar la hora del día.

R. García. "Dr. Alt. en su estudio improvisando donde llevó a cabo el registro pictórico de el Paricutín", s/f. Cortesía de Fototeca Nacional / D.R. Instituto Nacional de Antropología e Historia, México

Fuego verde en el Paricutín

La obra Fuego verde en el Paricutín responde a una serie de acontecimientos que sucedieron en el mes de junio de 1943 y que comenzaron con la intensificación de la actividad volcánica. A través de un recuento de los acontecimientos, el Dr. Atl narra los ocho fenómenos más espectaculares en los años de vida del volcán. El paisaje nocturno al que se refiere este cuadro sucedió en el tercer día.

Gerardo Murillo, Dr. Atl. "Fuego verde en el Paricutín", s/f. Acervo del Museo de Arte Moderno INBAL / Secretaría de Cultura

En la pintura se observa el cráter desgajándose debido a varias erupciones que le hicieron perder su perfección simétrica.

El uso de una pesada capa de pigmento oscuro, representa la fuerte actividad gaseosa de la fumarola que cubre gran parte del cielo nocturno y la pesadez de la atmósfera.

Los tonos cálidos, destacados por una paleta de rojos, captan la acción, la violencia y la energía de la actividad volcánica que está sucediendo en el cono.

A la izquierda, se observan unas líneas verdes en forma de arco: se trata de relámpagos o signos fulgurantes, como los denominaba Atl. El contraste entre el ritmo de las pinceladas, la luz y las sombras, le permite expresar el dinamismo y fuerza del fenómeno eléctrico.

Alrededor de la montaña, se forman remolinos de polvo y viento iluminados por los rayos, imagen que el artista recupera utilizando los tonos azules y verdes. Su extensión parece descomunal e imponente y su ímpetu y velocidad son captadas de forma precisa. Logra un sentido envolvente del trazo y la textura gracias a los altcolors, una especie de pasteles o crayones en barra de pasta dura, elaborados por él mismo, hechos a base de cera, resina y petróleo para responder a su necesidad de crear en la inmediatez.

El paisaje desolado en la oscuridad, árido y muerto, apenas iluminado por la despiadada erupción, aparece como un testigo inmóvil de las leyes de la naturaleza, de su energía vital y a la vez demoledora, fundadora, asombrosa y terrible.

El Dr. Atl termina su relato de ese día escribiendo: A las 2 de la mañana el espectáculo había concluido, dejando en la atmósfera un olor a ozono y en el espíritu de quienes lo contemplamos, la sensación de haber asistido a la destrucción del mundo.
Gerardo Murillo, Dr. Atl. "Fuego verde en el Paricutín", s/f. Acervo del Museo de Arte Moderno INBAL / Secretaría de Cultura

Este contenido es producido exclusivamente con fines culturales y educativos.