View Static Version
Loading

Lilia Carrillo La materia invisible

Lilia Carrillo fue una pintora mexicana parte de la llamada “generación de la Ruptura''. Su producción artística se considera representativa del abstraccionismo lírico e informalista ―es decir, donde la abstracción se encuentra estrechamente vinculada con la expresividad y los materiales, en los que el azar, el gesto y la improvisación tienen un papel importante―.

Nació en la Ciudad de México el 2 de noviembre de 1930. A los 17 años ingresó a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda". Su formación artística temprana fue academicista, tradicional y figurativa, aún cercana a las enseñanzas de la Escuela Mexicana de Pintura. Entre sus maestros estuvieron Manuel Rodríguez Lozano, Antonio Ruiz “El Corcito”, Carlos Orozco Romero y Agustín Lazo.

Lilia Carrillo, Autorretrato, ca. 1950. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

En 1953, después de concluir sus estudios, viajó a París e ingresó a la Academia de la Grande Chaumière. La capital francesa ―que continuaba siendo el punto de encuentro de los grandes artistas, las vanguardias y la experimentación plástica― no decepcionó a Carrillo. Se introdujo en el surrealismo (en una etapa tardía), el cubismo y el abstraccionismo ―aunque aún sin absorberlo del todo―.

Esta estancia marcaría un antes y un después en su estilo.

En París también conoció al escultor Manuel Felguérez, con quien contrajo matrimonio en 1960. Permanecieron juntos hasta la prematura muerte de la pintora en 1974.

Con Manuel Felguérez, en la azotea del estudio de este último en la calle Tabasco. Ciudad de México, 1960. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

Lilia Carrillo, Copa y silla, 1954. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

Generación de "la apertura"

Carrillo fue parte de un grupo de jóvenes artistas que, a finales de la década de 1950, cuestionaron las convenciones artísticas heredadas de la Escuela Mexicana de Pintura y, sobretodo, la convicción de que el arte debía seguir una estética y una agenda social nacionalista. La crítica de arte Teresa del Conde los identificó como “generación de la Ruptura”, aunque ellos prefería nombrarse a sí mismos como “la generación de la apertura".

Francisco Corzas, Alberto Gironella, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Roger von Gunten, Vicente Rojo, Leopoldo Gould, Arnaldo Coen, Juan García Ponce en la presentación del libro "Nueve Pintores Mexicanos" de Juan García Ponce en la Galería Juan Martín, 1968.

Tenían en común su alejamiento de la pintura mural y del realismo, y su cercanía con las corrientes artísticas internacionales. Los artistas, entre los que destacaron, además de Lilia Carrillo, Vicente Rojo, José Luis Cuevas, Alberto Gironella, Fernando García Ponce y Manuel Felguérez, se volcaron hacia una práctica orientada al sentido individual y subjetivo. Fue un conjunto heterogéneo en cuanto a sus intereses y propuesta plástica.

Este viraje de inmediato generó controversia entre la comunidad artística mexicana. Uno de los eventos destacados de este convulso periodo sucedió en el Museo de Arte Moderno, en 1965, durante la celebración del Concurso de Artistas Jóvenes de México (Salón Esso), organizado por el INBAL y la Organización de Estados Americanos (OEA) y financiado por la Standard Oil Company ―una corporación petrolera estadounidense, lo cual, desde el inicio, suscitó recelo―.

El jurado, compuesto por personajes como Justino Fernández, Rufino Tamayo, Carlos Orozco Romero, Mathias Goeritz, Ricardo Martínez y Juan García Ponce, eligió como ganadora del segundo lugar de la categoría de pintura a Lilia Carrillo por su pieza Seradis.

Sin embargo, una serie de decisiones provocaron agitación en torno al evento, que culminó en un enfrentamiento físico: primero, la relación familiar entre uno de los jurados, Juan García Ponce, y el ganador del primer lugar, Fernando García Ponce; segundo, la negativa de Tamayo a otorgarle el primer lugar a Benito Messeguer y, por último, que las dos obras ganadoras eran de estilo abstracto (al cual correspondieron la mayoría de las piezas presentadas). La controversia fue de tal magnitud que se considera a este evento un parteaguas en “la batalla” entre el abstraccionismo y el arte figurativo y de corte social en México.

A la “generación de la ruptura” le tocó experimentar un momento de expansión del mercado del arte en México, donde surgieron numerosas galerías privadas que funcionaron como espacios alternativos a los recintos institucionales y le dieron visibilidad a este grupo ―Lilia Carrillo comenzaría a exhibir su trabajo en este nuevo circuito, conformado por lugares como la galería Antonio Souza, la galería Prisse y la galería Juan Martín―.

Anuncios de las Galerías Antonio Souza y Juan martín. Ciudad de México, 1961. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

La materia invisible

"A veces capto algo que no está, algo que se puede hacer y que no se ha hecho nunca, pero que está ahí. Una cosa un poquito mágica, que aunque sea muy insignificante no estaba antes y de repente estuvo" Lilia Carrillo

Lilia Carrillo, Sin título, s/f

La obra de Lilia Carrillo es un sumario de exploraciones que comenzó, según el ensayista Jaime Moreno Villarreal, en París con sus primeros acercamientos al abstraccionismo en su transición desde el surrealismo y donde se acercó al automatismo. Así, Carrillo inició una búsqueda sobre su propia interioridad y subconsciente.

Influenciada por Rufino Tamayo, Juan Soriano, Wolfgang Paalen y Maria Helena Vieira da Silva, entre otros, sus primeros trabajos presentan figuras y patrones geométricos, pero, para mediados de 1960, ya había abandonado casi por completo las formas definidas.

Lilia Carrillo, Júbilo neutro, 1959. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

Carrillo pintaba directamente sobre el lienzo ya preparado. Comenzaba a plasmar manchas en las que, poco a poco, hacía aparecer las formas y colores. Cuando terminaba un lienzo o no sabía cómo continuar, lo tapaba y hacía una pausa. Manuel Felguérez decía de ella que: “es una pintora de poquísima obra, porque no pintaba con placer, eso que uno dice ‘hay qué bonito pintar’, era muy doloroso, sufría mucho cada cuadro. Luchaba mucho con el cuadro, se ven cuadros hechos de un trancazo pero son muy tardados y muy pensados y muy sufridos. Por esa razón, pintaba muchas horas pero producía poco”.

En su estudio de la calle Miguel Ángel Mixcoac. Foto: Jun Miki, ca. 1961. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

En sus aproximaciones al lienzo, orgánicas y dinámicas, experimentó con muchas paletas de color, pero el blanco y los ocres casi siempre predominaron. A través de signos, texturas y trazos, Lilia nos lleva por diversas vías de lo interior, de lo fugaz, de las sensaciones, de los deseos y los silencios. Los títulos de sus obras a veces nos dan una pequeña pista de lo que estamos observando.

Por ejemplo, su óleo Contaminación primaveral, de 1968, presenta una composición con una gama cromática de ocres, blancos, un poco de azul y morado. Ciertos trazos generan formas casi reconocibles, como la flor blanca en el centro, que parece estar flotando en un remolino junto a otras ramas y lo que parecen ser semillas. Al fondo, del lado izquierdo, una especie de volcán lanza una fumarola marrón oscura que comienza a cubrir poco a poco toda la parte superior. Podemos observar las pinceladas libres y cómo los tonos se mezclan poco a poco.

Lilia Carrillo, "Contaminación primaveral", 1968. Acervo Museo de Arte Moderno

Juan García Ponce, uno de los críticos de arte más importantes de este periodo, escribía de Carrillo: “Sus cuadros se colocan de una manera natural dentro de ese grupo de obras cuya esencia poética, siempre más cercana al terreno del canto que al del concepto, escapa a todo intento de interpretación”

Lilia Carrillo, Introspección, 1966 / Verano transparente, 1972 / Amor floreciente, 1968. Acervo Museo de Arte Moderno

Si bien la obra de Carrillo, como la de muchos artistas de esta generación, era de carácter despolitizado, las circunstancias que rodearon el movimiento estudiantil de 1968 y que derivó en la matanza de estudiantes en Tlatelolco por el gobierno mexicano, la llevó a participar en las protestas organizadas desde distintos frentes. Como parte del Comité de Lucha de Artistas e intelectuales, encabezado por José Revueltas, Carrillo participó en la realización de un mural colectivo en Ciudad Universitaria, en la Universidad Nacional Autónoma de México. También fue parte de la organización del Salón Independiente, un proyecto hecho como protesta a la “Exposición Solar” organizada por el gobierno y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura ―y parte de las actividades culturales de las Olimpiadas celebradas en México aún después de la masacre de estudiantes―. Por otro lado, en 1969, Lilia ilustró con cuatro dibujos el cuento “El último Rey”, de la escritora Rita Murua, en donde se narra el asesinato de los estudiantes.

Fotografía de vista parcial del mural efímero, 1968 Foto: Ethel Villanueva. Archivo histórico de la UNAM / Lilia Carrillo, ilustración para El último rey de Rita Murua, 1969. Tomada de nota de GasTv de Daniel Garza Usabiaga. (https://gastv.mx/realismo-vs-abstraccion-salon-esso-y-otros-lugares-comunes-durante-la-guerra-fria-por-daniel-garza-usabiaga/)

Lilia Carrillo participó en exposiciones tan importantes como “Confrontación 66”, la Exposición Universal de 1967 (Expo 67), en Montreal ―cuyo pabellón “Tendencias del arte abstracto en México” fue organizado por Fernando Gamboa―, y diseñó, junto a Manuel Felguérez, escenografías y vestuario para obras como La dama de las Camelias, ¿Crimen, suicidio? o Había una muchedumbre en la mansión y La ópera del orden ―esta última, de Alejandro Jodorowsky―.

Lilia Carrillo en la tienda de antigüedades Tamayo. Foto: Héctor García, 1968. Tomada de Lilia Carrillo. La constelación secreta.

Este contenido es producido exclusivamente con fines culturales y educativos.

NextPrevious